Decía Isaac Asimov, divulgador científico y escritor de ciencia ficción, que él escribía simplemente conociendo el comienzo y el final de la novela que tenía entre manos, el desarrollo salía por sí mismo. Ahora me enfrento a una situación pareja, quisiera escribir contando mi experiencia sobre el curso de interpretación (el punto de partida) y llegar a la moral que me gustaría que subyaciese en esta historia (el final). Pero, ¿cuál sería su nudo?, ¿qué pongo!

El verano había finalizado pero el tiempo todavía era cálido. Estábamos a jueves 26 de septiembre de 2019. Después de algunas dudas iniciales y de vencer los cantos de sirena de mi sofá, decidí asistir a la presentación del área de interpretación de Metrópolis CE.

¿Por qué Metrópolis? Después de haber realizado en la escuela los cursos de Cine y Televisión 1er nivel, Guión de Cine y Televisión, Producción Audiovisual y Taller de Diálogos, alguien podría pensar en que confío en la profesionalidad, nivel y calidad de Metrópolis (sin olvidar el componente emocional). Y es cierto. Algún otro lector ya le habré perdido en otra reflexión: “este tío parece que va picando de flor en flor sin llegar a reposar nunca”. Y también es cierto. Por tirarme otra flor, preferiría que ese lector me imaginase como el ideal del hombre renacentista que busca aprender y desarrollarse en todos los ámbitos de las ciencias y las artes. No le he convencido, ¿verdad? Simplemente puedo dejar en el aire la reflexión de que “la meta es el camino”. En la vida como en la interpretación, sólo puedes trabajar el proceso, el camino, esa es realmente tu meta o al menos la mía.

Entro en la sala de interpretación, donde se hacía la presentación, y lo primero que veo es a mucha gente joven, y me surge mi primera inquietud, alguien va a pensar que soy el padre de algunos de estos chicos… (por aclarar, un padre, pero un padre muy joven). A medida que iban pasando las presentaciones de los diferentes cursos del área de interpretación, comienzo a sufrir un ataque de pánico interior. ¡Dios mío!, esto no me había pasado en mucho tiempo. Las palabras de Lady Macbeth me vienen a la mente: “¡Qué vergüenza mi señor!, ¡qué vergüenza!, ¿un soldado con miedo?” Mi interior se estaba torturando con preguntas: ¿esto es para mí?, ¿seré capaz?, ¿no soy ya un poco mayor?, ¿qué hago aquí? Estaba saliendo brutalmente de mi zona de confort. Después de ver algunas muestras de teatro, me fui a casa con muchísimas dudas. ¿Qué decisión tomé? Ya te lo puedes imaginar si estoy escribiendo estas líneas, pero no fue una decisión fácil.

El primer día de clase, Clara, nuestra profesora de interpretación, nos pidió que escribiésemos los motivos para tomar este curso. A parte de la curiosidad innata por un campo totalmente desconocido para mí, estaba el deseo de mejorar mi escritura. A mí me gusta escribir, con más o menos talento, pero me gusta contar historias. Cari, la profesora de guión, siempre nos decía que hacer cursos de teatro ayudaba mucho a mejor la concepción y desarrollo de los personajes, en ver el otro lado de la moneda, el trabajo que tiene que hacer un actor con el texto. Esa fue una de mis motivaciones.

Y entrando en faena, ¿qué hacemos en una clase? Pues como los deportistas, primero calentamos para tomar el tono, después introducimos nuevos ejercicios para mejor nuestra técnica y después jugamos para aplicar lo aprendido. Valores que se nos inculcan: comprometerse, implicarse, respetar a tus personajes, hacer piña con tus compañeros… Se podría resumir en TRABAJAR, TRABAJAR, EQUIPO Y EQUIPO.

escuela metropolis

La misma montaña rusa de emociones de mis personajes, las tengo yo personalmente como actor. Disfruto de las clases, aprendo siempre nuevas cosas, me engancha transformarme, me animo cuando hago un buen ejercicio, pero también me frustro y me enfado conmigo mismo cuando no me salen las cosas con la calidad que me gustaría y me deprimo diciendo que mal actor que soy. ¿Quién dijo que la interpretación fuera fácil? Supongo que es el camino de espinas de la interpretación y sólo te queda trabajar y trabajar para mejorar.

La interpretación es verdaderamente un deporte de alto riesgo. Por eso es tan importante contar con los mejores entrenadores para que te acompañen en ese camino. Clara (y el resto del equipo técnico) nos han enseñado a desprendernos de nuestras capas de energía cotidiana, a trabajar con libertad, a no juzgarnos, a que las emociones fluyan de una forma natural a través de las motivaciones y las acciones de nuestros personajes, a escuchar al personaje que está en frente tuya… a descontrolarte para alcanzar los núcleos de emoción.

¿Habéis visto? Se me está pegado la jerga y los “palabros” de la profesión. Pero esto es sólo un comienzo. ¿Y el futuro? No lo sé, simplemente trabajo el camino.

Si has llegado a leer todo este relato, enhorabuena. Tiene mérito en una época que todo debe ser dicho en 140 caracteres. Lo único que te puedo decir es que nunca es tarde para despertar ese talento artístico que llevas dentro. ¿Qué tiene de mágico la interpretación? Te enfrentas a tus propias vulnerabilidades y miedos para poder transformarte en otra persona, transmitiendo sus emociones a ese espectador que está en frente tuyo. ¿Es magia?, no, simplemente es el reflejo de nosotros mismos.

 

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